Un minuto de silencio

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Desde que comenzó esta crisis del COVID-19 en nuestro país, he empezado varios artículos que iba desestimando a medida que la evolución de los acontecimientos se precipitaba.

Pensé primero en escribir sobre cómo gestionar esta situación desde la vibración del corazón. Al fin y al cabo, mis charlas, talleres y cursos tratan de cómo sanar con la energía del Amor. (Lo dejo para el siguiente artículo, ya que estoy convencida de que el Amor es la mejor cura una vez que lo entendemos y lo sabemos utilizar).

Después, y según llegaba la información sobre la pandemia, tanto de los medios oficiales como de fuentes alternativas (Dr. Mercola, la plataforma GreenMedInfo capitaneada valientemente por Sayer Ji, las entrevistas virales de Andreas Kalcker entre otros), pensé en reflexionar sobre las contradicciones que están polarizando a la opinión pública. Hablo de la recuperación por parte de la naturaleza de espacios perdidos (¡esos videos de animales libres por las calles y canales de las grandes ciudades!), frente al confinamiento al que están sometidos nuestros hijos y mascotas.

Hablo de la bajada de la polución medioambiental “tradicional” por el parón del tráfico terrestre y aéreo, frente al aumento de la polución electromagnética a la que nos somete el estado actual de encierro forzoso en espacios cerrados, enganchados todo el día a la wifi para poder comunicarnos con el exterior.

Hablo de la muy alabada recuperación de la convivencia familiar que promociona el #quédateencasa#, frente a la situación de convivencia forzosa y temida a la que tanta gente se ve expuesta ahora (Supongo que cuando esta situación termine, conoceremos las consecuencias y las “cifras” de noticias ahora olvidadas como la violencia doméstica o la de los centros de inmigrantes sin papeles).

Hablo de la solidaridad publicitada y televisada de los aplausos diarios (¡¡¡completamente merecidos, por supuesto!!!), frente al contador numérico carente de toda humanidad de la cifra de muertos con la que comienzan cada día las noticias…

…¡Y entonces me di cuenta!

Todavía no había visto (no lo he visto aun a 9 de Abril), un noticiario o una comparecencia oficial que comience guardando un minuto de silencio por los fallecidos de la jornada; quizás un pequeño lazo negro sobre las solapas oficiales o junto al logotipo de las cadenas de televisión públicas o privadas como gesto de condolencia.

No he sabido de ninguna campaña de solidaridad con las familias que han perdido a sus seres queridos sin poder despedirse de ellos ni velarlos. Son muertos que han sido enterrados sin ceremonias ni duelos y a quienes se ha arrebatado una partida digna y humanizada. Han quedado en un gráfico numérico al alza, que aparece a diario en las pantallas de nuestros televisores al empezar las noticias.

Soy consciente de que hay que mantener el pulso a la situación y fomentar la resilencia y el optimismo (¡Esto también pasará!). Y soy consciente de que estamos viviendo una situación que nos está desafiando tanto a nivel individual como colectivamente. Pero creo, que debemos mantener unos mínimos de dignidad y humanidad a pesar de las circunstancias.

Hace ya diez años que perdí a mi hijo Gabriel, y se lo importante que fue para mi, poder acompañarle, acariciarle y hablarle mientras los médicos le desconectaban de las máquinas que le mantenían con vida. Es vital, tanto para los que se van como para quienes nos quedamos, poder despedirse de una manera lo más compasiva y amorosa posible. Esto hace más fácil “la transición hacia el otro lado” a unos, y el proceso del duelo para los otros.

Y por eso dedico estas líneas, probablemente insuficientes, a todas las personas que han tenido que llorar la pérdida de un ser querido en la soledad del encierro. Y dedico un minuto de silencio, a todos los seres humanos que nos han dejado durante esta crisis, y a los que todavía nos dejarán.

Y os pido desde estas líneas, y si así lo sentís, que a partir de ahora, antes de salir a los balcones a aplaudir a nuestros héroes, guardemos un minuto de silencio por nuestros muertos, esos que ya no pueden aplaudir más.

Descansen en el Amor

Carmen A.

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