Sobreproteger no facilita la vida

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Dice mi amiga Ana en su muro de Instagram, @anaphp:

“Mucho cuidado con ir a salvar,
No vayas a sacar a un pez del agua
Pensando que se puede ahogar”.

En el trabajo de terapeuta puede ocurrir que en nuestro deseo de ayudar a las personas que vienen a consulta nos impliquemos totalmente pretendiendo dirigir el tratamiento hacia lo que pensamos que es lo mejor. Otras veces son ellas las que esperan que seamos la respuesta a todos sus problemas. En ambos casos, cuando las cosas no salen como queremos o como quieren que salgan, se piensa que la terapia no funciona o que el terapeuta no sabe hacer su trabajo.

No somos magos capaces de cambiar toda una vida de patrones en una persona, ni se nos puede exigir que lo hagamos, cada uno tenemos que vivir nuestro propio proceso y, sólo cuando se está preparado, se produce la metamorfosis.

Tampoco podemos ser como el niño que por querer ayudar a la mariposa a salir del capullo, lo rompe, impidiendo así que sus alas adquieran la fuerza necesaria para desplegarse y poder volar.

La Técnica Metamórfica y el Masaje Celular van a ayudar a la persona a cambiar sus patrones de miedo para sacar su máximo potencial, pero debemos tener muy claro que nosotros no dirigimos nada. 

Robert St. John, creador de la Técnica Metamórfica decía que la vida es la que verdaderamente dirige la transformación porque todo está siempre en movimiento, todo cambia. El practicante de la técnica sólo actúa como un catalizador que facilita el proceso sin implicarse en él. No sabemos lo que una persona viene a vivir o a experimentar y, dependiendo de los patrones que trae consigo o que ha aprendido en la infancia, será capaz de gestionar su vida.

Cuando se trata de la educación de los hijos a veces se les quiere proteger tanto, pensando que se les está ayudando, que no se les permite caer, cuando precisamente eso es lo que les enseñará a levantarse. Podemos estar a su lado cuando nos necesiten, pero no ser siempre su red salvadora. Deben aprender a construir su propia red para el día en que deban volar solos.

Incluso los niños que nacen con problemas de discapacidad física o psíquica, siempre que ésta no les invalide totalmente, tienen que aprender a utilizar y desarrollar todas sus habilidades llevándolas al máximo, eso les permitirá en muchos casos ser capaces de gestionar su propia vida.

Lo he visto en mi familia, mi sobrina que nació con un meningocele en el coxis, con  hidrocefalia y además sin cuerpo calloso en el cerebro (que integra los dos hemisferios cerebrales). Tras visitar a varios neurólogos que le dijeron a su madre que siempre sería un vegetal, ésta no se rindió, y consiguió encontrar un especialista en espina bífida que la operó el meningocele, drenó la hidrocefalia y a partir de ahí comenzó la estimulación temprana. Fueron años de trabajar y enseñarle a desarrollar incluso habilidades emocionales. 

En su momento la traté con metamórfico para que soltara su miedo a relacionarse en un nuevo entorno, porque cuando dejó el colegio para pasar al instituto, sólo de pensar en ello le daban ataques ansiedad. 

Con el tiempo ha aprendido a confiar en sus propias habilidades que la han llevado a estar en segundo de carrera de Humanidades, y en estos días he sabido que ha sacado diez en un examen de Lengua Española. 

Ya hace años que ella sola gestiona sus estudios y su método de aprendizaje, sabe que todo le va a costar más que a los demás, pero ha aprendido a hacerlo. Su caso lo he mencionado ya en otros artículos, y  también que es el orgullo de la familia. Es la mayor prueba de que no rendirse es lo más importante.

Nacer con dificultades físicas o intelectuales no debe suponer tirar la toalla, en ese caso la vida nos exige más para conseguir lo mismo que otras personas sin dificultades.

Hace unos días he tenido la oportunidad de conocer a una persona también gran luchadora que dirige varios proyectos de una ONG Suiza en Sierra Leona, encargada de gestionar un hospital y una escuela para niños huérfanos.

Me comentaba que los voluntarios que van no pueden hacerlo con la idea de: 

“Pobrecitos, no tienen nada, vamos de los países ricos a ayudarles diciéndoles lo que tienen que hacer, comer y cómo vivir, para ayudarles”. 

En muchos casos, son felices con su forma de vida y pueden enseñarnos más de lo que podemos creer.

Me comentaba que el cooperante que decide ir no debe utilizar su altruismo para alejarse de los problemas que tenga en su propia vida, pensando que al estar haciendo algo bueno por a una comunidad, su propia mochila emocional se va a solucionar porque es una buena persona que  ayuda a los demás. 

Allí hay que estar muy preparado para la frustración, ya que nada funciona igual que aquí y no es fácil trabajar en los proyectos. Muchas veces ni siquiera agradecen lo que hace el voluntario, y las situaciones que se viven le pueden llevar a pensar que la culpa de sus frustraciones la tiene Sierra Leona. 

La forma de ver la vida es tan diferente que no se puede pretender que su perspectiva sea la misma que la nuestra ya que el entorno, la educación, las creencias, en definitiva los patrones son otros. 

No podemos pretender salvar a los demás sobreprotegiéndolos incluso de ellos mismos. Debemos permitir que descubran que tienen las herramientas que les permitirán cambiar la causa que está provocando la situación en la que se ven inmersos si no, los efectos, seguirán siendo los mismos.

Al final de toda esta reflexión me doy cuenta de que como terapeuta y como persona lo importante no es dirigir a los demás hacia lo que yo pienso que es lo mejor sino que, a través de la terapia, ellos mismos sean capaces de descubrir una nueva perspectiva que les conduzca hacia su transformación.

Nadie tiene la salvación de los demás en sus manos, sólo la propia persona.

Carmen Benito Rico
Licenciada en Biología Diplomada en Reflexoterapia Podal y Masaje Metamórfico
www.carmenbenitobioestetica.com

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