Rompe las reglas. Las tuyas también

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Enamórate de la vida. Deja de lado la supuesta seguridad. Cambia de marca de cacao. Desobedece. Rebélate. Piensa. Siente. Escúchate.

¿Recuerdas si fuiste tú el que elegiste las normas de tu vida? ¿En qué momento decidiste que había que «ser bueno», estaba mal decir que no o debías tener un trabajo fijo? ¿O cuándo te pareció bien tener una hipoteca, hijos antes de los treinta o ir a casa de la suegra cada domingo? ¿Te acuerdas? Supongo que no, porque te vino dado.

Naciste en una familia y una sociedad que te transmitió lo que consideraban normal. Pero quién te dijo que era lo correcto o lo que te haría feliz: Nadie.

Quizás no lo sepas, pero los niños son auténticas esponjas, porque su cerebro hasta cierta edad se mueve en las mismas ondas que relacionamos con el estado de hipnosis. Es un mecanismo útil, ya que en pocos años pueden absorber mucha información, la mala noticia es que la tomarán como la realidad. Lo que allí entra en ese estado es asumido como cierto, no se replantea. A los siete años, más o menos, esas ondas cerebrales se asemejan cada vez más a las de un cerebro adulto. El hemisferio cerebral más activo hasta entonces es el derecho (normalmente relacionado con la creatividad, ver todo en conjunto, sacar los puntos comunes) y a partir de estos años será el izquierdo el que cada vez vaya tomando más protagonismo. Es el hemisferio analítico, el que pone el foco en aquello que nos separa, hace listas y observa los detalles. Este hemisferio es el más apreciado en nuestra sociedad, que deja de lado la música, el baile, la pintura o el juego… En definitiva, socialmente se promociona el desequilibrio, pesa más un hemisferio que el otro. Pero lo importante que quiero que sepas ahora es que, hasta esa edad, tú no tenías filtro para decidir lo que era verdad o no, y cuando lo creaste ya era demasiado tarde. Toda esa información ya se había instalado en el inconsciente de manera que marcaría tu vida para siempre. A menos, claro está, que en un momento de lucidez te des cuenta y te replantees cada cosa. No dar nada por hecho ni por cierto es el primer paso para elegir nuestra vida.

Hacer lo predecible y seguir la norma da tranquilidad, hace que nada se mueva y alimenta la falsa sensación de control. Eso sí, nada más lejos de estar vivo.

Entonces ¿por qué tantas personas elijen no vivir y se limitan a existir? La respuesta es sencilla y sorprendente: tu cerebro está programado para tomar la decisión que más asegure tu supervivencia y que menos energía requiera. Hacer cambios supone más energía, hay que desconectar ciertas neuronas para realizar nuevas conexiones. Eso físicamente implica un mayor gasto. Asimismo, si hasta ahora estás vivo quiere decir que el cerebro está cumpliendo su misión, por tanto ¿para qué cambiar nada? Pues bien, tu cerebro no tiene ni idea de las necesidades de tu alma. De que más allá de existir deseas ser feliz, sentirte pleno, desarrollar tus capacidades, compartirlas con otros, brillar con toda esa luz que llevas dentro y ser permeable dejando que la vida te afecte, incluso si eso implica dolor, sabiendo que ese dolor te hará conocerte mejor y te dará nuevas maneras de apreciar lo que tienes.

Como habrás adivinado, esto supone que solemos estar divididos internamente. Nuestro consciente quiere ser feliz y hacer todo lo posible para conseguirlo. Puede que sepa que en este trabajo estás infravalorado y considere que podrías mejorar (o incluso dedicarte a otra cosa), que quiera compartir su vida con una pareja y esté abierto a ello, que le apetezca probar cosas nuevas que nadie de la familia intentó nunca. Y mientras esto pasa nuestro inconsciente puede estar boicoteando cada intento, porque los mensajes que recibió y tiene grabados indican que todo eso que tú quieres puede ser peligroso. Como si se dijera a sí mismo “¡uf! eso puede doler”, “te va a suponer un gasto de energía enorme, olvídalo”, “si intentas algo nuevo te vas a estresar, mejor nos quedamos como estamos” … De esa manera nos sentimos permanentemente como un hámster en una rueda, queriendo ir en una dirección y sintiendo que nos movemos sin ir a ninguna parte. ¡Normal que nos frustremos! Esa división interna suele recibir el nombre de “autosabotaje” y es mucho más habitual de lo que nos gustaría.

Para superar esta lucha interna los pasos son sencillos e importantes:

  1. Llevar al consciente que tenemos un autosabotaje.
  2. Comprender su función inicial, aceptarla y darle valor.
  3. Liberar la emoción que nos genera no seguir lo grabado en el inconsciente (ira, tristeza, frustración, miedo, ansiedad…). Romper las normas genera muchas emociones, personalmente, y en consulta, para liberarlas uso EFT (la Técnica de Liberación Emocional).
  4. Elegir un nuevo camino más acorde a nuestro ser actual.
  5. Practicar, practicar, practicar.

Albert Camus dijo: “Lo que da valor al viaje es el miedo. El viaje quiebra en nosotros una especie de decorado interior”. Romper las normas que asumimos como propias, ponerlas a juicio, observarlas sin identificarnos, también da miedo y nos rompe por dentro. Es en ese mar de confusión donde podemos buscarnos, bucear en nuestras sensaciones, ahogarnos en la tristeza de la seguridad perdida y, finalmente, salir a flote y respirar. Y esta vez no será el aire viciado de la norma o de lo considerado correcto. Será un aire puro, elegido, que dé oxígeno a nuestra vida y fuerzas para volver a sumergirnos en nosotros mismos y, por fin, encontrarnos.

Raquel Rús
www.raquelrus.es
Profesora certificada de Eneagrama y EFT. Especialista en Psicología energética y Gestión emocional.

raquelrus@hekay.es

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