Morir y Renacer: La era del Centauro

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La Naturaleza es una gran escuela. Nos va mostrando de manera metafórica –si estamos atentos y sabemos descifrar su idioma- información valiosa acerca de nuestros propios procesos.

Es habitual oír que algunas personas “odian el invierno” o “detestan el verano”. Y el Centauro se pregunta si tiene sentido odiar algo que, indefectiblemente, va a ocurrir. Quizás si comprendieran mejor… Porque cuando uno comprende, los sentimientos se serenan. El otoño es tiempo de dejar marchar lo viejo, de soltar lo que ya no sirve, de eliminar todo lo que nos estorba y quedarnos ligeros de equipaje. Podríamos pensar que es tiempo de dejar ir los recuerdos que nos perturban, a las personas que nos hicieron daño, los hábitos que nos debilitan, los pensamientos que nos entristecen y los sentimientos que nos hieren. El otoño es, en definitiva, tiempo de limpieza. Lo nuevo no puede entrar si no tiene hueco y, si llenamos nuestra casa, nuestra mente y nuestra vida de cosas viejas e inservibles, no dejamos espacio para todo lo nuevo que la vida tiene para nosotros. La naturaleza cada año renueva su vestido, y nosotros nos empeñamos en ir almacenándolos, aunque haga dieciocho años que no nos los ponemos. ¡Limpia tu armario, tu casa, tu mente y tu vida! ¡Deja que el otoño entre en ti!

Una vez despojados de lo viejo, los árboles se quedan desnudos, muertos… aparentemente. Porque en ese tiempo en el que la planta está dormida, en su interior ocurre una actividad intensa, no muy diferente a la que sucede en nuestro interior cuando dormimos: se renuevan tejidos, se restauran partes dañadas, se limpia la porquería acumulada, se ordena, se recargan baterías, se acumulan fuerzas… se trabaja en el interior para que a la hora de despertar todo esté a punto. El invierno es la noche de la naturaleza. El trabajo en ese tiempo ocurre adentro, fuera de los ojos de los centauros.

El Centauro reflexiona acerca de esta metáfora y piensa que quizás haya en ella una enseñanza con respecto a la actitud a tomar en el invierno. El invierno invita al recogimiento. Los días cortos y las noches largas parecen sugerirnos dormir más; así se hacía en los tiempos en que no había electricidad. Es tiempo de ocuparnos de nuestro interior: de meditar, de reflexionar, de escribir, de pintar, de crear… De sacar adelante nuevos proyectos, de estar con los nuestros en un ambiente pacífico y tranquilo, de alimentarnos nutritivamente para acumular fuerzas. Si cuidamos nuestro interior durante el invierno, cuando llegue la primavera brotaremos con la misma fuerza con la que lo hacen los árboles y las plantas. Nuestro sistema inmunológico estará fuerte, nuestra mente limpia, nuestro ánimo contento y nuestro espíritu sonreirá ante el milagro del renacimiento.

Los centauros somos parte de la naturaleza, aunque a veces se nos olvide en medio de este mundo tecnológico que se mueve a la velocidad de la luz. Y, como parte integrante de la naturaleza, tenemos ciclos y necesidades. Si alguna vez nos perdemos, la naturaleza nos enseñará el camino de vuelta y, cuando andemos desorientados o confundidos, la naturaleza nos mostrará la verdad. Madre Naturaleza está siempre ahí cuidando a sus hijos y enseñando, discreta y amorosamente, con su ejemplo.

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