Me duele tanto no verte que ahora tengo un eccema

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El año pasado llegó una chica a mi consulta, desde la primera cita me llamó la atención un eccema que tenía alrededor de los ojos. Como no era el tema de la terapia y no lo mencionaba, me limité a centrarme en lo que para ella era más importante: lidiar con la tristeza y la ansiedad. Tras algunas sesiones esos temas iban mucho mejor y llegó el día en el que según entró por la puerta se quejó de sus ojos. Realmente el eccema era más fuerte que otros días, era normal que estuviera molesta así que, como suele decirse, me tiré a la piscina con un “¿Y te apetece que tratemos eso en la sesión de hoy? Podría tener un origen emocional…”. Me dijo que lo había intentado todo, cremas de todo tipo y cada vez más fuertes que sólo controlaban las crisis, luego el eccema volvía. Jamás le digo a nadie que descubrir de dónde viene puede hacer que sane, aunque a veces pasa. Se lo hice saber. Sus ojos se abrieron más de lo normal y, como una valiente, accedió a probar.

Comencé preguntándole desde cuándo lo tenía a lo que contestó con un “ufff un montón de años”. Cuando uno se pone el traje de explorador hay que ir más allá, así que la invité a buscar una fecha más aproximada y dimos con los diecisiete años. Al preguntarle qué estaba viviendo en ese momento me dijo que nada especial, el instituto, tenía un novio con el que acababa de empezar a salir y poco más. Le dije que “poco más” no generaba un eccema. Esta es la parte que me encanta, cuando junto a mi paciente comenzamos una búsqueda de un evento disparador. Realmente es apasionante bucear en nuestras historias y comprendernos mejor.

Empecé a darle pistas para que su cerebro hiciera el resto, para ello me es muy útil haber estudiado psicosomática con un profesional como Sellam. La piel es un órgano, el mayor que tenemos en nuestro cuerpo, y su desarrollo va íntimamente ligado al del sistema nervioso. Hay muchísimos estudios sobre la necesidad de tocar a los bebés y de que ellos, a su vez, toquen objetos y personas. El hacerlo asegura una buena maduración del sistema y el desarrollo psicológico. Cuando nos tocan nos dicen que existimos, que pertenecemos, que somos reconocidos. Eso da seguridad, es algo placentero y da tranquilidad. De ahí que sea tan bueno que muchos padres masajeen a sus bebés. Bueno, volviendo a mi paciente le conté todo esto y, para ayudar a su cerebro a buscar, comencé a enumerarle algunas palabras que podían tocar el resorte adecuado. Los conflictos de piel suelen estar relacionados con estas temáticas:

  • Contacto
  • Sensibilidad
  • Protección
  • Identidad

A ello hemos de sumar la información que nos proporciona la zona afectada, en este caso el contorno de los ojos. Por tanto añadí una pista más: “A esa edad, en ese contexto ¿a quién dejaste de ver?”. Su cara cambió y se llenó de emoción cuando dijo “No puede ser, esto no puede estar relacionado con eso”. Viendo la cantidad de emoción disparada en su cara, en su tono de voz y básicamente en todo su cuerpo, estaba más que claro que “eso” que no quería tocar estaba relacionado con su eccema.

Comenzó a contarme su historia, una historia tremendamente romántica y breve. Ella es una persona formal y en esa época comenzaba a salir con un chico. Antes se había fijado en otro que le parecía encantador, pero nada había ocurrido con él hasta que un día, ya saliendo con el otro, este le invitó a su casa. Había preparado una preciosa velada romántica, cocinando, cuidando cada detalle y tratándole como a una princesa. Ella jamás había recibido tanta atención y cariño, pero su mente le decía que eso estaba mal ¡tenía novio! Así que escuchando a su cabeza cortó antes de que aquello fuera a mayores y decidió seguir con su pareja. Desde ese momento se distanció de este chico, incluso llegó a quitar importancia a lo ocurrido. Todo un mecanismo de la mente que su cuerpo no creyó, porque al poco le apareció el eccema. Al narrar su pasado, esa noche maravillosa, iba conectando con la añoranza, con la duda de si tomó la decisión correcta, con el profundo desgarro interno que le generó renunciar a eso porque lo consideró sólo a nivel mental… Ahí dejamos la sesión, le invité a conectar con ello en esa semana.

Al día siguiente recibía un mensaje de ella en tono desesperado: “estoy peor que nunca”. Tenía el peor eccema que ella recordaba, ya no sabía qué hacer. Le expliqué que si su cuerpo había reaccionado con tal violencia es porque estábamos en el camino adecuado. Como todos mis pacientes de EFT (Técnica de Liberación Emocional), ella ya sabía las bases para liberar sus emociones. Le sugerí que lo hiciera con asiduidad hasta nuestra próxima sesión.

Cuando nos volvimos a ver me contó lo mal que lo había pasado, todos los recuerdos habían vuelto a ella con una intensidad que no podía imaginar que tuvieran. Al aceptarlos, liberarlos y no bloquearlos poco a poco el eccema había ido bajando. Se dio cuenta de “la importancia de ser honesto con uno mismo en cada momento y no engañarse, de escuchar a tu corazón”. Liberamos juntas la tristeza, la frustración y todas las emociones que fueron surgiendo y que había enterrado tan hábilmente en su corazón. Cuanto más integraba, más bajaba el eccema. Hace ya meses de esto y, a día de hoy, ella me confirma que por fin el eccema desapareció de su vida. Lo que no había logrado con cremas y años de tratamiento, lo hizo aceptando una parte de sí misma que se había negado: el dolor de la separación.

Me hace muy feliz haber podido acompañarla en este proceso. Experiencias como esta me reafirman en lo potente que es la mezcla entre psicosomática y la técnica de liberación emocional (conocida como EFT). Hace que todo sea incluso más eficiente, rápido y extremadamente claro para la persona. Escucharnos nos da la oportunidad de conocernos, de crecer, de ser más nosotros mismos. Comprendemos mejor el lenguaje de nuestro cuerpo y nos damos la atención que merecemos y que quizás nos negamos en su momento. Da igual los años que hayan pasado, si tu cuerpo te sigue hablando, lo mejor es prestar atención.

Raquel Rús
www.eftmadrid.es
raquelrus@hekay.es

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