¿Eres el dueño del tiempo? Multitasking y gestión del tiempo

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Una tarde de invierno. Llueve y hace frío.

El momento ideal para quedarte en casa y dedicarte a quitar del armario mil cosas inútiles. ¡Manos a la obra! De repente encuentras este álbum de fotos. Oh qué bonitas fotos de cuando los niños eran niños… Ahora que lo piensas… ¿dónde está la bolsa con ropa ya pequeña que puedes regalar a la fundación? Te subes a la buhardilla para buscarla. Te llama la atención el bip de la lavadora. Primero vaciarla y poner la ropa en la secadora. Las plantas parecen un poco deprimidas, voy a darle agua. El perro quiere salir. Otro bip. ¿De dónde viene? Ah sí, el móvil, tu hijo. «Estoy en la peluquería. Salí de casa sin dinero.» Te subes al coche. Le traes dinero. Vuelves a casa. ¿Qué estabas haciendo? Las plantas, la lavadora, el perro, las fotos, el armario, ya es hora de preparar la cena. ¿Y dónde he dejado el álbum?… Han pasado dos horas y nada está hecho.

¿Lo reconoces?

Apuesto que no podrás acabar este artículo-de-diez-minutos sin interrupción. ¿Por qué nos pasa esto? Los libros de autoayuda dicen que los hombres saben hacer una sola cosa a la vez y las mujeres nueve. No es cierto. Ni hombre ni mujer son capaces de «multitarear» con calidad, aunque estamos convencidos del contrario. Desde hace muchos años estudiamos las patologías causadas por el moderno fenómeno del multitasking (task = tarea, trabajo, acción, deberes). Algunos voluntarios efectúan tareas simultáneas como correr y tuitear, conducir el coche escuchando música, escuchando el GPS, hablando por teléfono, llegando siempre a la misma conclusión: somos capaces de concentrarnos en UNA sola cosa. Conmutando continuamente, no estamos concentrados, cometemos errores y perdemos tiempo.

Nos quedamos con este sentimiento de insatisfacción de correr detrás de los hechos y de ser continuamente superados por nuestro «checklist» (listas de tareas), sin lograr hacer lo primero que queríamos hacer. Tener prisa no ayuda. Cuánto más intentas recuperar el tiempo, más te estresas y más te vuelves impotente.

No tengo tiempo…

¿Tiempo? Parece que tenemos siempre menos. Los Conectados(*) -más conscientes de todo- se enteran de mucho más, son más conscientes y quieren disfrutarlo todo.

Desde los antiguos Griegos, nuestros días cuentan con 24 horas. Pero ¿no tienes, tú, la impresión que el tiempo se acelera y que no consigues hacer todas las cosas que eras capaz de hacer de niño o adolescente?

El tiempo se encoje. Es hora de darnos cuenta que es algo precioso, que es un artículo de lujo. Lo dedicamos a trabajo, hijos, familia y actividades sociales. Me perturba saber que -a pesar de haber vivido un día feliz-, me acerco un día más a la muerte… De media vivimos 30.000 días/80 años. ¿Cuántos días nos quedan? Con cada pelea perdemos 7 días de vida, cada día que estamos tristes, desilusionados, desanimados, deprimidos, restamos tres días de nuestra vida, lo mismo con la frustración de no conseguir hacer todo lo que nos gustaría hacer.

¿Pero son realmente obligaciones o compromisos? ¿Estamos realmente tan ocupados o sólo desorganizados?

¿Cortar con el multitasking?

Cómo sería disfrutar de una sola cosa a la vez, volvernos lentos, «sentir» la vida, sol, frío, calor, viento, olores, naturaleza, hablar con el amor-de-mi-vida, los gatos y el perro. Nuestro complejo cerebro, la memoria, la motórica, la vista, el oído quieren estar ocupados todo el día. Las neuronas no utilizadas buscan actividades. No soportamos el aburrimiento. ¿Y dónde es más fácil encontrar estos placeres? En las tecnologías modernas: e-mail, redes sociales, iPhone. Saltamos de una actividad a otra, continuamente. Estamos todos reunidos en torno a la mesa, cenando, leyendo los mensajes, chateando por Whatsapp, navegando por las páginas de inicio de los periódicos, mirando la tele y mandando fotos de los platos en la mesa a nuestros amigos del Facebook.

Cortisol, la hormona que enferma

Sin embargo, tanta solicitud de energía aumenta la producción del cortisol, la hormona del estrés, la hormona que acelera nuestro envejecimiento. El multitasking cuesta concentración y por ello energía. Cada distracción nos vuelve a la línea de salida y volver a concentrarnos requiere el doble del tiempo, esperando siempre que no haya otra distracción.

Si creemos que -leer un correo entrante durante el trabajo- no nos perjudica, nos equivocamos. Las grandes y modernas oficinas abiertas llenas de ruido y distracciones procuran estrés a los empleados. Les cuesta atención, concentración y reflexión y la enfermedad de moda es el omnipresente «BURNOUT» (traducido libremente: «quemado total»). No pueden evitar escuchar las conversaciones de colegas, son continuamente molestados e interrumpidos por sus compañeros de trabajo o sus superiores, el teléfono, los mensajes de negocio entrantes. En casa más de lo mismo. El sistema es ineficaz, como lo son todos los tipos de multitasking. No existe una «atención compartida». Todos sufrimos tener que efectuar acciones simultáneas, aunque unas sean automatismos, como planchar la ropa, girando en la salsa y mirando la televisión. En el trabajo resulta imposible estudiar un expediente, conversando con alguien al teléfono mientras vamos leyendo el Facebook. Energía perdida. Y cada vez cuesta más volver a la tarea principal. Tal vez nos cuesta minutos, generalmente nos cuesta horas, perdemos el hilo, la inspiración y tenemos la impresión que el tiempo se nos corre de las manos.

Tienes un mensaje…

El problema es que estamos siempre online y que nos dejamos distraer. Ya no somos capaces de concentrarnos en una sola tarea. El mínimo timbre de nuestro Smartphone o de la carpeta de entrada del correo electrónico, Instagram o Whatsapp, reclama y obtiene nuestra atención. Una atención interrumpida tiene muchos efectos negativos. Nos volvemos más lentos, cometemos más errores, la calidad del trabajo empeora, y todo acaba procurándonos estrés.

¡Hola!

Tener el móvil a tu lado procura que tu cuerpo esté continuamente en modo alerta. Esto aumenta tu nivel de cortisol, la hormona del estrés. El cortisol es mucho más nocivo que un disparo de adrenalina que se produce cuando intuimos un peligro.

El consejo inteligente sería desconectarnos regularmente de las redes sociales, de los sitios de noticias. Lo sé, es difícil, no somos en absoluto capaces de separarnos de nuestro amigo tecnológico llamado iPhone, Lumia o Smartphone. ¿Somos los drogados de la red? La verdad es que sí, simplemente porque…

Lo queremos todo y lo queremos ya.

Gracias a Internet lo obtenemos. ¿Se rompe la nevera? Encargamos online una nueva y la entregan el día siguiente. Si una página web no se abre en dos segundos, pasamos a otra… Esta satisfacción (dopamina) rápida se llama… adicción. Ya no tenemos paciencia, ya no podemos esperar. Las redes sociales, las cuentas de correo electrónico y sus ejecutivos-psicólogos han comprendido este mecanismo y se aprovechan de nuestra debilidad. Colman nuestra necesidad de poder y confirmación. A los que comparten información mandamos un «Me Gusta» que se convierte en dopamina por el hecho de saber que alguien nos ha leído.

El efecto Pavlov

Al escuchar el bip de tu móvil o portátil, tu cuerpo recibe una inyección de dopamina, que es nuestra hormona de la felicidad, incluso si la información recibida es totalmente irrelevante, no conseguimos distanciarnos. El humano es un animal de compañía, de tribu, de manada. Apreciamos saber algo sobre los demás o comunicarnos a través de la red. 

¿Tienes la impresión de correr siempre detrás de los hechos?

Quien decide NO estar todo el día online, sino sólo dos o tres veces al día, se gana un mar de tiempo y calidad de vida. El multitasking no sólo es fatal por tu eficacia sino también por tu creatividad. Todo tiene que ver con la batalla entre nuestro cerebro reactivo, el cerebro pensador, y nuestro cerebro archivador. El reactivo reacciona a todos los impulsos que nos llegan y sufre los estímulos primarios: miedo, placer y agresión. Por la constante lectura de información, el cerebro reactivo no tiene posibilidad de reaccionar o de calcular, con la consecuencia de impedir nuestra creatividad. Nuestro cerebro debe tener la oportunidad de procesar la información para poderle dar un sentido y poderla memorizar. Perjudica también al cerebro archivador, que guarda la información a largo plazo creando conexiones asociativas, reprogramando nuestras neuronas.

Para que el cerebro pueda hacer su trabajo, necesita pausas regulares. Debe relajarse y separarse de la continúa agresión informativa. Tal vez bastan unos pocos minutos. Nos hicieron creer que tomar un descanso es para vagos o que es tiempo perdido. Pensamos ser eficaces cuando tenemos un minuto libre y lo aprovechamos para leer o borrar unos correos. Sin embargo necesitamos estos momentos de calma y desconexión para procesar lo aprendido.

Ordena tus actividades mentales:

  • Créate un checklist de las actividades planeadas este día y respétala.
  • Termina la primera tarea, antes de pasar a cualquier otra.
  • Programa una respuesta automática en tu móvil. Llamarás más tarde. Con tarifa plana ya no cuesta dinero.
  • Cada minuto perdemos 9 segundos la atención.
  • Tomar pausas da un respiro a tus neuronas y aumenta tu eficacia.
  • Durante el día, una siesta de mínimo 15 y máximo 20 minutos, te recargará de energía nueva.
  • Es imprescindible apagar todas las pestañas de tu monitor unos 90 minutos antes de acostarte. La luz azul de tu pantalla impide la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño. Esto permite al cerebro ordenar la información y calmar eventuales ansiedades antes de acostarte.
  • Cada noche que descansas menos de 7 horas tendrás que restar dos días al resto de tu vida.
  • Durmiendo ganas horas y serás más eficaz el día siguiente.
  • Siempre más escritores alquilan casas o cabañas en lugares aislados sin WiFi, al fin de poder crear sin interferencias, molestias o perturbaciones. Conozco autores que editan hasta cuatro libros al año.
  • Créate un espacio personal, es esencial, todos lo necesitamos y los psicólogos confirman que esto salva muchos matrimonios. Como lo dicen los sabios: en el silencio está la inspiración. Por lo cual no estaría mal recordar lo bueno que resulta meditar unos veinte minutos al día. Y si dices que no tienes tiempo… aumenta la dosis.

Alessandro Di Masi

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