Economía y política en la Nueva Era

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Vamos a ser testigos de profundas transformaciones en todas nuestras instituciones y estructuras – políticas y económicas; religiosas y sociales; científicas, educativas y culturales. Estas transformaciones tendrán lugar cuando, poco a poco, la humanidad comprenda su Unidad esencial y adopte las medidas necesarias para poner en práctica esa Unidad. 

Para la humanidad, la prioridad más importante es salvar a los millones que mueren actualmente de hambre en los países en desarrollo. Un programa de ayuda de urgencia a escala mundial será necesario para aliviar su condición apremiante. No se debería escatimar ningún esfuerzo para disminuir la miseria que se está sufriendo en algunas de las zonas más pobres. No hay nada más urgente ni más importante para hacer actualmente en el mundo. Todo lo demás debe venir después de esta necesidad humana esencial.

La solución es evidente: compartir los recursos de este mundo de abundancia es el primer paso esencial para el establecimiento de correctas relaciones. Maitreya, el instructor del Mundo, nos lo hará comprender claramente e inspirará a la humanidad a que pase a la acción para alcanzar este fin. Su llamada al compartir y a la justicia como la única vía para una paz verdadera (y por lo tanto a una continuación de la raza y a la salvación del mundo) es esencialmente una llamada al establecimiento de correctas relaciones humanas y a la renuncia de las evidentes relaciones injustas del mundo actual: la competencia y la codicia, a escala individual, nacional e internacional; el odio y la violencia a una escala mundial y potencia como nunca anteriormente; el separatismo y la exclusión, la adhesión fanática a los propios ideales; toda la amargura y la desconfianza que nos han llevado al borde de la autodestrucción.

Maitreya hace una llamada a la aceptación del principio de compartir a través de la redistribución de los recursos mundiales – los alimentos, las materias primas, la energía y la tecnología – ampliamente usurpados (y derrochados) en la actualidad por las naciones desarrolladas.

Cuando hayamos aceptado el principio de compartir (que será impuesto a los gobiernos por la opinión pública mundial) se pedirá a cada país que done, en confianza para el mundo, los excedentes que tiene de sus propias necesidades. Cada país será invitado a realizar un inventario de sus bienes y necesidades. Estas estadísticas, introducidas en ordenador, proporcionarán a un organismo de las Naciones Unidas –creado para este propósito– la información sobre la cual se basará un plan para la redistribución racional de los recursos mundiales. Así se alcanzará un mayor equilibrio entre los países desarrollados y en vías de desarrollo. Se ha calculado que serán necesarios dos o tres años para poner en práctica el plan de redistribución. Para este esquema existen, desde hace tiempo, los planos y anteproyectos concebidos por iniciados muy evolucionados –economistas, financieros e industriales de gran envergadura– esperando sólo la demanda de la humanidad para ponerlos en práctica. Un sistema sofisticado de trueque reemplazará a los sistemas económicos existentes.

No hay ninguna duda de que existirá oposición de los miembros más privilegiados de la sociedad, que verán en estos cambios, que deben tener lugar, una pérdida de su posición tradicional y de su poder; sin embargo, la necesidad de cambio se hará tan evidente que se verán cada vez más incapaces de detener el impulso.

Durante algunos años, en los cinco centros principales del mundo (Nueva York, Ginebra, Londres, Darjeeling y Tokio) un Maestro de Sabiduría ha entrenado a grupos en la aplicación de la legislación precisa que cambiará nuestras actuales estructuras políticas, económicas y sociales caóticas de acuerdo con unas líneas más racionales (y más espirituales). 

Se pueden esperar, en los próximos años, transformaciones de gran alcance, con el mínimo de división y el mínimo de desorganización de las estructuras sociales existentes. Se mantendrá el sistema democrático y se considerará justo y eficaz cuando, por primera vez, esté verdaderamente orientado hacia el bien común. La participación de todas las secciones de la sociedad en la construcción de un nuevo orden social asegurará la rápida adopción de las medidas necesarias para su puesta en práctica.

La clave para un clima político más armónico es la aceptación del principio de compartir. Tanto los sistemas democráticos como los comunistas experimentan un período de transición y, mientras evolucionan, se volverán menos exclusivos mutuamente de lo que parecen actualmente. Esto dará lugar a una mayor armonía mundial. La Asamblea de las Naciones Unidas se convertirá en el cuerpo legislativo internacional. Su trabajo está inhibido en la actualidad por la falta de apoyo de las grandes potencias, particularmente los Estados Unidos y Rusia, y por la existencia del Consejo de Seguridad con su derecho de veto. Este Consejo de Seguridad ya no es útil y debe ceder su lugar a la voz de la Asamblea, que tiene una base más extensa, para ser escuchada. La ONU es el modelo de un futuro gobierno mundial de estados federados independientes. No forma parte del Plan Divino colocar a las naciones bajo un mismo sistema político. 

La democracia y el comunismo son expresiones, más o menos distorsionadas, de una idea divina. En su expresión perfecta final, cada una dará al mundo un modelo de organización social adaptado a pueblos diferentes en circunstancias diferentes. Se puede decir que la unidad en la diversidad será la tónica de las futuras agrupaciones políticas.

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